lunes, 20 de agosto de 2012

Los descubrimientos

Observa y no lo olvides.
Son tus ojos.
Anota lo que ves.
Escríbelo en el viento.

Mi niña grande:

Tu primer día de clases. Tu entrada a la primaria. El comienzo de una nueva etapa. Debes estar muy emocionada, platicando mucho sobre todo lo que vas a encontrar y aprender.

Te imagino y casi puedo escucharte hablando de las nuevas amiguitas que vas a tener, de los niños que te caen mal porque te empujan, de las cosas que les vas a contar; de tu abuelo que te convida Coca Cola a escondidas  y tu compañerito de travesuras peludo; de tus tíos y mamá.

Dirás que son buenos y te tratan bien, que te ponen pelis bonitas que te gustan mucho. A lo mejor les dirás que quieres ser como Alicia cuando derrotó al dragón negro en El País de las Maravillas, o que quieres ser como la princesa Mérida: fuerte, decidida y una experta en el tiro con arco. 

Alguien te preguntará por tu papá y guardarás silencio, tal vez pensando para ti una vez más: “ya no veo a mi papá porque es malo… eso me dijo mi mami… pero yo sí quiero verlo”, o quizá lo dirás en  voz alta, o cabe la posibilidad de que evadas la pregunta para contarles que tienes muchos poemas y cuentos.

Correrás en el patio a la hora del recreo, descubriendo lo divertido que es hacer lo que quieras con tus nuevas amiguitas y amiguitos, sin que una maestra se los dicte. Pero de seguro vas a extrañar los cantos en círculo, los aplausos al terminar, los dibujos, los animalitos de papel o plastilina.

Yo recordaré el día que entraste a la guardería en mis brazos, para dejarte luego en los de mamá, que entró contigo para ayudarte en el inicio de ese período. Tenías unos nueves meses, aún no caminabas y al principio te costó trabajo la adaptación, pero aprendiste rápido.

Cuando pasaba por ti, me recibías sentadita o gateando entre los demás bebés, con una gran sonrisa al verme llegar. Un par de veces el abuelo y yo fuimos juntos a los festivalitos que hacían, y mi corazón se estrujaba cuando llorabas porque creías que ya te llevaríamos con nosotros, pero aún no era la hora… tu abuelo sólo apretaba los labios.

Los tres años que estuviste ahí fueron enseñanza en muchos sentidos. Aprendiste a comer sola, empezaste a caminar, comenzaste a hablar, hiciste tus primeros trazos que guardo con mucho amor.

Me llenaba de felicidad y ternura verte en el patio jugando con niñas y niños, cuando ya estabas más grandecita, suelta, independiente, porque ése fue tu primer espacio propio, donde hiciste los primeros cómplices de aventuras y hallazgos.

Hoy ya eres toda una niña grande. Vas a entrar al tiempo de los descubrimientos: verás muchas cosas nuevas, deslumbrantes, que serán sólo para ti.

Aunque no esté ahí por hoy, siempre estoy contigo, mi vida.

Te ama,

Papá

miércoles, 8 de agosto de 2012

No pasa nada (y todo pasa)

Y sobre todo mirar con inocencia.
Como si no pasara nada,
 lo cual es cierto



¿Cuántas veces he ido a buscarte?


Ya perdí la cuenta.

Y siempre me pregunto cuántas has sabido que lo he hecho, cuántas has escuchado mi voz llamándote.

Lo ignoro.

Y tampoco quisiera recordarlas. La última vez que lo hice salí extremadamente enojado, indignado por las mentiras que me gritó el ignorante novio de tu tía… afortunadamente no caí en sus provocaciones y pude alzar mi voz sobre la suya para que oyeras de mí que jamás te he hecho daño. Sé que me escuchaste, aunque no pude verte.

Pero después de eso, decidí que no quiero volver a hacerte pasar por un momento así, que seguiré en los tribunales mi lucha por recuperarte. No importa cuán lento sea el proceso.

Hace unos días revisé los documentos del proceso y me quedé sorprendido: el primer paso lo dimos en mayo de 2010 al solicitar al archivo judicial la devolución del expediente del divorcio al juzgado, para poder iniciar la demanda y así recuperar la convivencia.

Desde entonces nos hemos topado con la complejidad del sistema de justicia. Primero, el expediente tardó mucho tiempo en regresar; cuando regresó e intentamos ingresar la demanda, nos la rechazaron porque algún trabajador administrativo devolvió por error el expediente al archivo; una vez más, hubo que solicitar su devolución y a la lentitud se sumaron las vacaciones en los tribunales;  intentamos  por segunda vez ingresar la demanda, pero el juez ordenó que no sería aceptada hasta que la parte contraria supiese que el expediente estaba de vuelta en el juzgado.

Eso fue en noviembre de aquel año. Luego, durante todo 2011 intentamos una y otra vez cumplir con ese mandato del juez, sin éxito alguno, hasta que en mayo de 2012 lo logramos, lo cual equivale a dar el tercer paso. Es como si para la justicia el tiempo transcurriera de una manera distinta a la nuestra.

En ese tiempo, fui varias veces a casa de tus abuelos a distintas horas en distintos días para tratar de verte; en una ocasión abrió tu abuela, y (creo que) contigo presente me dijo algo así: “usted quiere verla, pero no cumple con sus obligaciones ni paga la colegiatura”, para cerrar la puerta antes de que pudiera replicarle, pero dije en voz alta “¡Yo pago puntualmente la pensión para mi hija! ¡Yo cumplo con mis obligaciones!”, para que tú pudieras escucharme.

Alguna vez me encontré a tu tío o a tu abuelo y les pregunté por ti, e invariablemente me respondieron “Está bien”, nada más; y les pedí que te dijeran que te amo y te extraño, aunque supongo que nunca lo hicieron. En otras ocasiones nadie abría y yo te hablaba sin saber si me escuchabas: “Elena, soy papá. Te extraño mucho. Te amo y nunca voy a dejar de luchar por ti”.

En enero de 2012 fui por última vez a tratar de verte. Fue uno de los peores días de mi vida, pero pudo ser peor si hubiese cedido a las provocaciones. Pensar en ti en el momento en que más me ardía la sangre fue lo que me hizo dar la media vuelta e irme, pero pude decirte lo que tenías que escuchar: yo nunca te he hecho daño.

Dije otras cosas antes: aquello de lo que me acusa mamá es una mentira. Ignoro si fue algo planeado para alejarme definitivamente de ti o no, pero definitivamente el que te envenenen con ideas falsas puede afectar mucho tu futuro. Y dije algo más: no voy a parar hasta recuperarte.

Cuando lo logre, aplicaré lo aprendido, no repetiré los errores. Haré lo que esté en mis manos para ayudarte a superar todo esto, como cuando un mal sueño te despertaba envuelta en llanto y yo estaba ahí para abrazarte firme y suave, con un arrullo, una canción sobre mi pecho y un “no pasa nada, mi vida, no pasa nada, aquí estoy contigo”.


Te ama,

Papá