viernes, 20 de abril de 2012

Tu risa

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma, al oírte,
bata el espacio.



Para Daniela
Mi amor
Mi fortaleza
Mi esposa

Mi niña:

Hoy he decidido hacer algo distinto: dejar de lamentarme, dejar de sufrir.

Todo gracias a una conversación muy importante sobre la muerte de tu abuela y lo doloroso de su partida que a pesar de todo no me atrapa en la tristeza: sigo viviendo.

Así pues,  cada quien tiene la alternativa de elegir entre un estado de melancolía y otro de determinación. Escojo el segundo porque mi meta es recuperarte.

Y otra vez una frase de mi nuevo amigo Álvaro me ha inspirado: “en la pureza de la risa de tu hija veo la pureza de tu alma”. Obviamente, no pretendo tener una gran pureza porque he cometido muchos errores a lo largo de mi vida; algunos muy grandes.

Sin embargo, me hizo consciente de algo: tu risa y tu mirada son puras, limpias, transparentes. Eso refleja, precisamente, a una niña feliz que es amada y cuidada.

El divorcio eclipsó un tiempo tu sonrisa. Aunque en un principio intentamos llevar las cosas en paz, entraron en juego demasiadas cosas: enojo, tristeza, frustración…

Todas esas emociones más otras circunstancias que abordaré en otro post, llevaron a que mamá me impidiera verte (por vez primera) durante los cuatro meses que duró aquel proceso.

Padres y madres siempre buscamos proteger a nuestros pequeños. No quisiéramos que nada les hiciera daño. Mientras luchaba por verte de nuevo, busqué la manera de ayudarte a pasar la crisis del divorcio, incluso le envié a mamá información sobre cómo hacerlo.

Y siempre voy a recordar el primer día que pude recogerte después de que firmamos el convenio.

Llamaron por ti en el intercomunicador. Aguardé unos minutos, hasta verte salir por el vestíbulo. Buscabas curiosa a quien te recibiría, entonces tus ojitos y tu carita toda se iluminaron: “¡Es mi papá! ¡Mira, es mi papá! ¡Vino mi papá!”, le gritabas entusiasmada a la maestra, dando brinquitos alegres.

En cuanto te soltó, corriste para abrazarme; yo ya estaba hincado para recibirte. Tu sonrisa había regresado.

Los meses siguientes fueron muy plenos. Pasaba por ti tres días a la escuela y estábamos juntos todo el fin de semana cada quince días. Incluso hubo algunas actividades en las que mamá y yo participábamos juntos: alguna junta en la escuela o festival, llevarte al médico.

En una ocasión estabas muy contenta después de que te llevamos al doctor. Íbamos en su auto y te dijimos que a pesar de la separación, los dos te amamos y siempre te cuidaremos; entonces respondiste con toda tu ternura: “Mami, papi, ¿les digo qué? ¡Los quiero mucho!”.

Siempre que salíamos de la guardería me contabas cómo fue tu día. Me acuerdo, por ejemplo, cuando platicabas con tus amiguitos y les decías orgullosa: “¡Yo tengo tres casas!”; o la ocasión en que saliste muy indignada y me preguntaste a bocajarro: “Papá, ¿verdad que en mi casa verde yo tengo muchos poemas?”, “Sí, mi amor, ¿por qué?”, “Es que Marifer dice que no tengo muchos poemas, pero mañana le voy a decir: yo sí tengo muchos poemas en mi casa ¡y tú no-ooo!”.

Los ocho meses que pasamos juntos antes de que nos separaran por segunda vez fueron hermosos, llenos de juegos, canciones, historias.

Todo lo que he hecho es por darte un ambiente sano, para que crezcas bien. ¿Qué puedo hacer ahora a la distancia para ayudarte? Aunque no me dejen verte, aunque no sepa siquiera a qué escuela vas, voy a encontrar la manera de hacerlo.

Todo por tu risa. Todo por tu bien.

Te ama,

Papá