viernes, 28 de septiembre de 2012

Monstruo

Los ojos del futuro que sientan mi emoción
Más verán en la página que en mi alma directa.

Fernando Pessoa
Soneto III

“Entonces la niña dijo, mira, mi papá (…) se convierte en monstruo, y después se calma, y otra vez es mi papá, y entonces yo lo cuido, y le pregunté: ‘(…) y cuando es monstruo qué hace? Y la niña como que se molestó y dijo, ‘…ah mamá, ya, ya’, y no contestó más”.

Así dice, textualmente, la denuncia que me hizo mamá. Qué lejos ha llegado por separarme de ti.

Pero, ¿de quién son esas palabras, de mamá o de ti? Si son tuyas, ¿a qué pueden referirse esas palabras en la fantasía de una niña pequeña?

Lo único que alcanzo a imaginar tiene que ver con un monstruo en especial.

“Papá, ¿me cuentas el cuento de La bella y la bestia?”, pedías donde fuese: en el taxi camino a casa, en la mesa mientras comías tu merienda o simplemente mientras íbamos de la mano por la calle.

Y te contaba la historia y al final decías “Otra vez”, y yo la narraba cuantas veces lo quisieras. Me enternecía mucho que te gustara tanto. Tal vez fuera por la heroína que salva a dos seres amados: a su padre y a la bestia; hombres los dos, para rematar.

En mi experiencia, la repetición tiene por lo menos cuatro funciones: fijar, explorar, entender, crear. En el arte, por ejemplo, visitar y revisitar una obra que nos ha conmovido ayuda a tenerla bien presente a lo largo de la vida, descubrir que cada vez tiene algo nuevo que ofrecernos en algún rincón que no habíamos visto antes.

Cuando una obra tiene ese poder de guardar siempre algo nuevo, rebasa el tiempo. Entonces nos ayuda a comprender que hay ideas que no cambian en generaciones o se van transformando o adquieren nuevos significados; es ahí donde la creación entra, porque esa energía contagia y alimenta la imaginación, y permite al artista encontrar obras nuevas.

Sucede algo parecido con los mitos y los cuentos de hadas. Nos enseñan que hay personajes –y tramas– que podemos reconocer en la vida cotidiana: la bruja malvada, el príncipe valiente, el consejero sabio, el hada madrina, a todos podemos reconocerlos en gente que nos rodea. Incluso puede ser que varios habiten en la misma persona.

Si lo trasladamos a nuestra historia, hace algunos años era muy típico oír de tu tía (la hermana de mamá) la frase “que mi hermana se enoje es normal; pero cuando tú te enojas, das miedo”. Quizás cada vez que nos veías discutir a mamá y a mí, me veías como a la bestia: irascible, feo, porque era demasiado extraño verme así. Sabías que no iba a hacerles daño a mamá ni a ti, pero te asustaba.

No sé… me atrevo a pensar que a pesar de todo, tenías claro que si bien en mí vivía a veces esa bestia (en el fondo sensible y entregada) al final el padre amoroso, paciente y protector era el personaje principal; a lo mejor en los tiempos en que me veías triste después de la separación, creías que podías cuidarme como Bella lo hizo con su padre y con Bestia. Quién sabe.

Pero te han dicho que soy malo, que por eso ya no nos vemos. He aprendido que es algo típico en estos casos, y que muchos padres se rinden por todo lo complicado que es luchar por recuperar a nuestr@s hij@s.

Un día conocerás todas las emociones que he experimentado en tu ausencia, verás todas las páginas que te escrito y verás mi alma. Acaso mientras escribo estas palabras pienses que en serio soy malo, que soy el monstruo que ha construido mamá. Pero tú sabes la verdad.

Te ama,

Papá




lunes, 10 de septiembre de 2012

Separaciones

Y cada ola quisiera ser la última
quedarse congelada
en la boca de sal y arena
que mudamente
le está diciendo siempre:
Adelante


Mi niña:

A lo largo de la vida, siempre pasamos por distintas formas de separación: cuando terminamos un año en la escuela; cuando perdemos a un amigo; cuando cambiamos de casa; cuando una relación acaba; cuando alguien querido se va.

Todas estas experiencias nos transforman en mayor o menor medida. A veces logramos adaptarnos con facilidad; otras, luchamos por convertir esa circunstancia en algo que ayude a construir el futuro.

De vez en cuando, la separación es un alivio.  

Pero, en ocasiones, también sucede que el vacío es tan grande que convierte la tempestad de emociones en melancolía u odio, tan grandes que impiden ver que la vida está dándonos otra oportunidad, que podemos asumir los errores, perdonar y tomar nuestro nuevo camino. Simplemente nos negamos a decir adiós y nos enredamos en esa larga madeja de sentimientos destructivos. 

Hoy sé que cuando eso pasa, nace otro tipo de separación: la que una persona prisionera del rencor le impone una hija (o hijo) y a su padre (o madre). Una de las peores, porque está tejida de venganza.

Eso no me detiene, hija.

Puede ser que la justicia tenga tiempos más lentos que los nuestros… no importa.

Puede ser que deba enfrentar mentiras o defenderme de un malentendido que podría destruir la vida de cualquiera.

Puede ser lo que sea. Yo sigo firme como el mar va siempre adelante, buscando la primavera que me arrebataron una tarde de marzo. Y la voy a recuperar.

Te ama,

Papá