lunes, 10 de septiembre de 2012

Separaciones

Y cada ola quisiera ser la última
quedarse congelada
en la boca de sal y arena
que mudamente
le está diciendo siempre:
Adelante


Mi niña:

A lo largo de la vida, siempre pasamos por distintas formas de separación: cuando terminamos un año en la escuela; cuando perdemos a un amigo; cuando cambiamos de casa; cuando una relación acaba; cuando alguien querido se va.

Todas estas experiencias nos transforman en mayor o menor medida. A veces logramos adaptarnos con facilidad; otras, luchamos por convertir esa circunstancia en algo que ayude a construir el futuro.

De vez en cuando, la separación es un alivio.  

Pero, en ocasiones, también sucede que el vacío es tan grande que convierte la tempestad de emociones en melancolía u odio, tan grandes que impiden ver que la vida está dándonos otra oportunidad, que podemos asumir los errores, perdonar y tomar nuestro nuevo camino. Simplemente nos negamos a decir adiós y nos enredamos en esa larga madeja de sentimientos destructivos. 

Hoy sé que cuando eso pasa, nace otro tipo de separación: la que una persona prisionera del rencor le impone una hija (o hijo) y a su padre (o madre). Una de las peores, porque está tejida de venganza.

Eso no me detiene, hija.

Puede ser que la justicia tenga tiempos más lentos que los nuestros… no importa.

Puede ser que deba enfrentar mentiras o defenderme de un malentendido que podría destruir la vida de cualquiera.

Puede ser lo que sea. Yo sigo firme como el mar va siempre adelante, buscando la primavera que me arrebataron una tarde de marzo. Y la voy a recuperar.

Te ama,

Papá




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