que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Jorge Luis Borges
Mi niña:
El primer capítulo de esta bitácora tuvo bastante eco. Poco más de una centena de personas leyeron ese texto, se solidarizaron, se conmovieron y me dieron aliento para seguir adelante.
Gracias a eso, por ejemplo, tuve la oportunidad de entrar en contacto con Álvaro, otro papá que está viviendo una historia parecida a la nuestra.
Pero entre todas las palabras de aliento y solidaridad, hubo una pregunta elemental que me hizo tu tía Ely:
“¿Por qué dejaste pasar dos años?”.
Mi respuesta: durante ese tiempo he buscado siempre la manera de recuperarte.
Durante los seis meses posteriores a que mamá empezó nuevamente a impedir nuestra convivencia, la busqué por todos los medios. Igual lo hizo mi abogado, tu tío, con el de ella. El resultado fue el mismo: ambos nos ignoraron.
En ése tiempo, logré hablar contigo en dos ocasiones. La primera, un día después de mi cumpleaños; ¡estabas tan contenta! Me dijiste hablando muy rápido que jugabas con el abuelo a que construían una casa “¡Y pum! ¡Se cae y la tenemos que volver a hacer!”.
(Y ahora pienso que ése será exactamente el objetivo cuando te recupere: construir otra vez nuestra casa.)
De pronto: “Abuelo, saluda a mi papá”, y hablamos un par de minutos. Con mucha cordialidad me platicó que estabas muy contenta en tu nueva escuela, que aprendías mucho y hablabas constantemente de mí, de nuestros poemas, de nuestros cuentos… y que me extrañabas.
La segunda ocasión me contabas que estabas comiendo tu pan favorito “¡Y está bien rico, papá!”, platicamos un par de minutos hasta que alguien cortó la llamada… ¿mamá, tu abuela, tu tía?
Después cambiaron el número de teléfono que tuvieron por décadas. Una voz metálica de mujer al otro lado del teléfono me lo dijo bien claro: “El número que usted marcó no existe”.
Entonces decidimos ir a los tribunales. Ahí ha estado detenida entre miles de otros casos y la negligencia burocrática, enterrada bajo miles de papeles la demanda que interpusimos.
Y yo he ido no sé cuántas veces a intentar verte a casa de tus abuelos, sin éxito.
Me han acusado de cosas horribles, de las que aún me cuesta trabajo hablar más allá de mi círculo íntimo.
No sé si sea estrategia. De serlo, es más que deplorable. Hay abogados que no tienen escrúpulos.
En todo esto hay varias señales del SAP, como he visto en varios documentos en la web, como éste texto muy esclarecedor escrito por una mujer a quien le quitaron a sus hijos: ¡Mamá! ¡Papá! ¿Dónde estás?
Ahí señala varias constantes que se repiten, con sus variaciones, entre las miles de personas que vivimos este problema alrededor del mundo:
· L@s ex cónyuges alegan que somos un peligro para nuestr@s hij@s
· La familia de l@s ex cónyuges participa activamente en la alienación
· Los procesos legales son extremadamente lentos
· Las leyes protegen radicalmente a quienes detentan la custodia,
dejando en la indefensión al otro
dejando en la indefensión al otro
Y éstos son sólo unos pocos síntomas de un proceso que se da en o después del divorcio, pero también mientras existe el matrimonio.
El problema es como un enorme laberinto que, en primer lugar, afecta a l@s hij@s. La pregunta es: ¿por qué l@s ex cónyuges no se dan cuenta del daño que le hacen a l@s pequeñ@s?
Eso es algo que seguiré explorando, porque ahora entiendo que más que mi dolor es tu bienestar el que está en juego.
La tarea de toda madre y todo padre que está pasando por esto, es luchar por nuestr@s pequeñ@s, para que vivan y sueñen tranquilos.
Canción de cuna (Edel Juárez)
Te ama,
Papá